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Lo que pareciera ser la primera batalla del siglo XXI tiene esta vez como centro de la escena el enfrentamiento de los bloques por el privilegio de la producción, distribución y patentamiento de la vacuna la que pudiera a su vez ponerle fin a la peor pandemia de los últimos cien años en la historia de la humanidad.
La polarización y competencia entre las grandes potencias hoy cobra vida con un nuevo escenario: la vacuna contra el Covid-19. Lo que, al finalizar la segunda guerra mundial, fue una diplomacia hostil de posibles ataques nucleares hoy se manifiesta como la “diplomacia de la probeta”.
No sólo es una batalla geopolítica entre los estados que han podido alcanzar la vacuna sino también la de laboratorios que incumplen sus compromisos. En consecuencia, se ha retrasado el proceso de inoculación de las sociedades, lo que genera inestabilidad en los sistemas de salud y desconfianza en los gobiernos de diversas partes del mundo. Es importante que los gobiernos hagan todo y en cuanto sea posible para garantizar su regular distribución, aunque aquello signifique no permitir que transijan situaciones anómalas que no correspondan con el bien común perseguido.
Todo esto sucede porque existe una preeminencia y mezquindad de intereses económicos por encima de la vida y la salud de las personas. Las principales potencias: por un lado, EEUU con su vacuna Pfizer-BioNTech y Moderna; Gran Bretaña y Suecia con laAstra Zeneca/Oxford; por otro la Sputnik V de Rusia y las chinas Sinopharma y Sinovac. Es por ello que el multilateralismo propuesto por la OMS se vio trillado por los avaros intereses de algunos de éstos. Un claro ejemplo fue el laboratorio Pfizer-BioNTetch que pidió exigencias desmesuradas como edificios de embajadas, activos soberanos, bases militares, reservas del Banco Central, glaciares y permisos de pesca como aval ante futuros casos legales de producirse efectos adversos a causa de la vacuna. Siendo esto perjudicial para los países de escasos recursos pese a haber recibido apoyo gubernamental para la investigación de la misma.
La estadounidense que, en su comienzo, según vimos difundir en los grandes medios de comunicación, era la más “confiable” presentó serios inconvenientes en cuanto al cumplimiento de producción, eficacia, condición de conservación y distribución. Por otro lado, la vacuna “rusa” se pudo posicionar como una de las mejores disponibles según lo reveló el informe publicado en una de las más prestigiosas revistas del mundo médico “The Lancet”, dónde se resalta su seguridad y disemina todo tipo de escepticismo en torno a ella que, recordemos, fue la primera en registrarse y hoy suma cada vez más reconocimientos. Es que pareciera que la historia de postguerra zanjada por la Guerra Fría habría dado un gran revés: Oriente emerge con fortaleza y Occidente declina lenta pero sostenidamente.
China forma parte de esta nueva estructura como potencia emergente, quien con sus vacunas Sinopharm y Sinovac tienen como destino, en primer lugar, Latinoamérica, pero en Europa, donde al principio estaba truncada su circulación, hoy ha comenzado a difundirse.
Por último, un pequeño país, bloqueado hace más de cincuenta años, el único en el subcontinente, no ha quedado relegado de esta misión científica y produce la primera vacuna de Latinoamérica. “Soberana 02” como se la nombra, ya se está produciendo a gran escala y significa otro gran paso en la estrategia de desarrollo masivo de vacunas contra el Covid-19. Cuba se prepara para producir 100 millones de dosis.
Las potencias políticas y económicas globales concentran la producción y distribución de vacunas. En ese sentido, un puñado de naciones son dueños de la vida en el planeta o, al menos, facilitadores de la misma. En ese lote Cuba representa una saludable excepción. Seguramente pronto se sumarán más países con nuevas vacunas y se democratice la producción de las existentes. Por eso, es tan despiadado este comienzo, ya que es la oportunidad para incrementar ganancias extraordinarias.
La competencia entre Oriente y Occidente se reedita con un cambio de dirección: la vacuna rusa fue la primera registrada en el mundo y, a pesar de todos los intentos por desprestigiarla, es la que mejor resultados presenta hasta el momento. Por otro lado, China tendrá, en el mediano plazo, mayor capacidad de producción y distribución de vacunas. Además, China es el primer país importante que volvió al crecimiento económico y recientemente se convirtió en el primer socio comercial de la Unión Europea desbancando de ese lugar a Estados Unidos.
La vacuna contra el Covid-19 revivió viejos recelos entre los países que pudieron obtener la victoria de su descubrimiento: en algunos casos reafirmó posiciones dominantes y en otros generó nuevos enfrentamientos.
El éxito verdadero sería que la vacuna sea considerada un bien público al servicio de toda la humanidad, que los países y laboratorios que hoy concentran stock de vacunas aunaran sus fuerzas con los menos favorecidos para darle fin a la pandemia que azota tanto a pobres como a ricos y que, necesariamente, los obliga a trabajar juntos por la solución de un problema que es global.